F. Javier González González
Veterinario STC Avicultura Nanta
Valladolid, 25 oct. 2025. Antes de nada, he de reconocer que no soy ningún experto en gripe aviar, y mis únicos avales para atreverme a escribir estas líneas son mis 35 años de experiencia como «técnico de campo» en avicultura, y conocer de primera mano a la mayoría de las personas que están padeciendo en sus carnes los efectos de esta enfermedad en lo que llevamos de año.
Porque, coincidirán conmigo, no es lo mismo ver en las noticias que en Méjico o en EEUU se han tenido que sacrificar «x» millones de gallinas, que recibir la llamada de un amigo diciéndote que tiene un positivo y que tiene que eliminar todas sus aves.
Este año, sólo de ponedoras, llevamos sacrificadas más de 2,5 millones de aves en España. He hecho un ejercicio fácil y resulta que si ponemos todas estas aves en fila india superaremos los 1000 km que es la distancia que hay entre Madrid y París. Así parecen más, ¿verdad?
A este dato se suma lo que implica económicamente, tanto por valor de los propios animales, como el lucro cesante de falta de huevos durante no menos de 6 meses (yendo todo bien), o por no poder meter los pollos que tocarían; más el perjuicio para la propia actividad avícola, tanto interno, por las limitaciones en el movimiento de animales (¿quién se atreve a llenar una granja de pollos que está a 4-5 km de un foco?), como lo que suponen las restricciones a la exportación.
¿quién se atreve a llenar una granja de pollos que está a 4-5 km de un foco?
En fin, un panorama que creo proporciona el marco ideal para discutir acciones a futuro que puedan ayudar a que éste sea más tranquilo. Y esto también supone «abrir el melón», del empleo de vacunas.
Hacemos un repaso rápido a las formas de control actuales:
- Medidas sanitarias y sacrificio preventivo de lotes infectados y de contacto, con limpieza y desinfección posterior.
- Control de movimientos de aves, huevos y productos, y establecimiento de zonas de protección y vigilancia.
- Bioseguridad en granjas para prevenir introducción y diseminación.
- Vigilancia epidemiológica y notificación obligatoria, con muestreos y pruebas de laboratorio.
- Vacunación como complemento en contextos de alto riesgo, según evaluación de riesgo y normativa.
Y ahora trataremos de hacer consideraciones «prácticas» dentro de cada epígrafe y aquí la ciencia se junta con «otras cosas»:
Medidas sanitarias y sacrificio preventivo de lotes infectados y de contacto, con limpieza y desinfección posterior.
Este año ha quedado claro que, al margen de las diferencias entre CCAA, tenemos serias limitaciones para cumplir en tiempo y forma con este epígrafe. No hay capacidad de sacrificio con el sistema actual de contenedores + CO2, para hacer frente a granjas de 800.000 gallinas. Implicaciones sanitarias graves: tener que sacar las aves de las granjas en lotes pequeños, aleteos, contacto con el exterior (haga sol o sople el viento), sacar cadáveres, traslados fuera de la granja, … Estamos facilitando la transmisión del virus y yo solo veo dos soluciones: sacrificio dentro de las propias granjas, y enterramiento (si hay sitio), en el terreno de la propia explotación. Sé que estos métodos tienen inconvenientes serios, pero no se me ocurre otra cosa. También cabría la opción de aumentar la capacidad de sacrificio (más contenedores o más grandes), pero me cuesta verlo. Dejo aquí el primer punto para debate.
Control de movimientos de aves, huevos y productos, y establecimiento de zonas de protección y vigilancia.
En este caso, el factor más importante es la rapidez de actuación. Yo soy partidario de que, ante una sospecha seria de la enfermedad (sin positivo confirmado), se congelen todos los movimientos (aves, huevos, estiércol, …), al menos en un radio de 3 km. Lo siguiente es que la Administración se refuerce en estas zonas (dos o tres veterinarios oficiales son del todo insuficientes para atender zonas de alta concentración avícola, como ha pasado este año en Valladolid; por muy buenas intenciones que tengan), y haga los chequeos necesarios y con la máxima rapidez para establecer en función de los resultados acciones concretas y particulares con cada caso. Segundo punto de debate.

Bioseguridad en granjas para prevenir introducción y diseminación.
En este punto creo que es importante ir por partes. Vamos a esquematizar las medidas más importantes reconocidas a nivel global:
- Control de acceso: visitas imprescindibles, registro, Equipos de Protección Individual (EPI) y pediluvios.En este punto me gustaría que cada cual haga sus propias reflexiones sobre cómo se llevan a cabo estas medidas. Especial atención a los vehículos (pienso, animales, estiércol, …), sobre todo si sabemos que circulan por otras granjas. Los EPIS no solo hay que tenerlos disponibles. También hay que saber dónde ponérselos y dónde quitárselos. Distinguir zonas limpias de sucias, aparentemente es sencillo, pero de forma práctica les aseguro que no lo es, y más si hablamos de grandes núcleos con varias naves «en batería». Y de los pediluvios o rotaluvios, … no hay día que no haya alguna granja de las que visito en que no tengamos que comentar, o el lamentable aspecto del líquido que se supone tienes que pisar antes de entrar en la nave, o lo negra que se ha vuelto la cal, o dónde tienes colocada la bandeja. Esto exige un repaso serio.
- Separación física: mallas en ventanas, exclusión de aves silvestres, control de roedores y otras especies.Parece evidente que estas prácticas hacen agua por todos lados cuando hablamos de granjas camperas o ecológicas, ambas con salida a parques. Ya es difícil hacerlo en naves cerradas donde es relativamente frecuente ver pájaros volando dentro, por no hablar de los roedores o de los gatos que algunos tienen para combatir ambas «plagas». Por supuesto que hay que tener planes, pero también hay que asegurarse de su eficacia para cambiarlos y adaptarlos según las necesidades.
- Gestión de agua y pienso: depósitos y silos cerrados y protegidos.Son asuntos de vital importancia. Como riesgo para el tema que nos ocupa, creo que en este punto lo más importante es el transporte de pienso y todo lo que conlleva (el estado del propio camión, el comportamiento de los chóferes, la recepción en granja, …). Como casi siempre, son muchos pequeños detalles los que marcan la diferencia. En cuanto al agua, el tener depósitos cerrados o impedir el acceso de aves silvestres a los bebederos (y comederos), aunque parezca de Perogrullo, también son temas por revisar.
- Limpieza y desinfección: intensificar L+DDD en equipos, líneas de agua, comederos y vehículos.Primero lavar y luego desinfectar. Tener los equipos adecuados y los túneles o arcos de desinfección puestos a punto y funcionando bien. Hacer los vacíos sanitarios de forma correcta y tener el tiempo necesario para hacerlos (cuidado especial con los pollos de engorde y las prisas por llenar naves). Comprobar después que lo que hemos hecho ha servido para algo (muestreo de superficies, análisis de aguas, …), y tomar decisiones documentadas y objetivas.
- Gestión de cadáveres y subproductos: retirada y eliminación segura y rápida.En caso de brote ya hemos comentado que esto se complica: cantidad a eliminar, sistema de eliminación, rutas de los camiones, etc. Todo esto hace que, en el caso de granjas con elevado número de animales, esta retirada ni sea segura ni sea rápida. Por esto, volvemos al primer punto y abogamos, en la medida de lo posible, porque se hagan estas gestiones dentro de la propia explotación.
- Movimientos: minimizar entradas/salidas de aves y materiales; logística «todo dentro/todo fuera».Son prácticas inherentes a la propia producción y, por tanto, inevitables. En caso de brote, las empresas saben la implicación económica de no poder entrar ni sacar animales en las zonas de restricción de movimientos y no siempre es fácil tomar decisiones rápidas y acertadas. Tendemos a sacar animales/huevos de estas zonas lo antes posible con el riesgo consiguiente que todos conocemos. Insisto: no es fácil por muy bien que sepamos «la teoría».
- Plan de contingencia: protocolos ante sospecha (aislamiento, notificación, muestreo).Esto es tan importante como poco frecuente. Supongo que, tras la experiencia de este año, muchas empresas se replanteen este tema. Igual (o más) importante es que la Administración revise sus planes y protocolos porque este año se han visto claramente superados por el gran número de animales afectados. No cabe duda de que toca revisar estos protocolos.
Vigilancia epidemiológica y notificación obligatoria, con muestreos y pruebas de laboratorio.
Ya se está haciendo. Como decía, los protocolos se pueden mejorar y, sobre todo, la rapidez en tener resultados. Tampoco podemos olvidarnos de que la vigilancia debe empezar en la propia granja. Digo esto porque nadie quiere tener un positivo a gripe aviar y no hay peor ciego que el que no quiere ver. Reaccionar rápidamente ante un aumento «más o menos» repentino de bajas, es fundamental pero muy difícil pensando en lo que se te puede venir encima. Desde aquí sólo podemos recomendar que se informe rápidamente porque lo que «se viene encima» en caso de retraso en la comunicación es mucho peor que cuando la reacción es rápida. En un futuro, tampoco sería descartable que, al igual que se hace con las salmonellas zoonóticas, se establezca cada año un programa específico de control-autocontrol del virus de la IA. Y este punto puede ser una buena introducción para hablar del último y más controvertido tema.
Vacunación como complemento en contextos de alto riesgo, según evaluación de riesgo y normativa.
Actualmente, si no estoy mal informado, ya disponemos de vacunas inactivadas (subtipos H5/H7) y recombinantes (vectores). En la UE, su uso es posible bajo planes aprobados por la Comisión Europea y con evaluación de EFSA. En EEUU la vacunación en aves comerciales sigue muy limitada, con preferencia por sacrificio y bioseguridad por implicaciones comerciales y de vigilancia que a nadie se le escapan.
Los problemas que conllevaría el uso masivo de las vacunas van, desde la dificultad para diferenciar animales infectados por la vacuna de los de virus campo, hasta los problemas de comercio internacional. Y todo esto sin olvidar que, de momento, las vacunas se aplican por inyección (alguna ya se puede aplicar in ovo), y, en el caso de las ponedoras, es necesario poner dos dosis y la inmunidad no va más allá de los 6 meses. También están los temas relacionados con la logística, los costes, los controles documentales, etc, etc.
Y, quizás el mayor problema, puede ser que vacunar masivamente significaría resignarse a vivir con un virus con potencial zoonótico y con una enorme capacidad de mutar.

Ya sabemos que en Francia se tomó la decisión de vacunar 61 millones de patos en el 2023. El resultado fue una reducción drástica de los brotes (315 brotes en el 2022 frente a 10 en el mismo periodo del año siguiente y de esos 10, sólo 2 en granjas vacunadas). También se valoró el impacto económico y el saldo fue muy positivo a favor de la vacuna (coste de la campaña de vacunación unos 105 millones de euros frente a las pérdidas del 21-22 que se cifraron en 1.400 millones). De hecho, Francia recuperó estatus libre de IAAP en febrero 2025 tras un último foco en enero.
En Países Bajos también se probó vacunar algún lote de ponedoras y patos en zonas de riesgo con buenos resultados de protección, pero muy limitados porque no dejó de ser un proyecto piloto.
la prevalencia del virus en aves silvestres se demuestra mayor cada día por lo que no tiene sentido barajar la posibilidad de eliminarlo
Actualmente ya hay vacunas experimentales basadas en el ARNm (como las del COVID), lo que supondría un avance muy significativo por sus numerosas ventajas:
- Rapidez de desarrollo: se pueden diseñar en horas tras secuenciar una nueva cepa, frente a los meses que tardan las vacunas tradicionales basadas en huevos.
- Flexibilidad antigénica: permite actualizar la composición con facilidad ante variantes emergentes.
- Producción más ágil: no depende de huevos fértiles, lo que evita cuellos de botella en pandemias.
- Respuesta inmune fuerte y duradera en animales de laboratorio, con protección frente enfermedad grave y muerte.
Pero actualmente no están disponibles.
Como veterinario tengo el «corazón partido», porque, por un lado, desde el punto de vista de la Salud Pública, no puedo posicionarme al lado del uso de las vacunas, pero, por otro, y también como veterinario, ver cómo se sacrifican tantos animales que podrían haberse inmunizado, me hace defender su uso. También, como contribuyente, veo insoportable el coste económico de estos brotes. Otro argumento a favor de la vacuna es el hecho de que la prevalencia del virus en aves silvestres se demuestra mayor cada día por lo que no tiene sentido barajar la posibilidad de eliminarlo. Vivimos con la certeza de que tendremos que seguir padeciendo esta lacra en los próximos años y con la esperanza de que «no nos toque» a nosotros.
Antes de terminar, otro punto de debate: cuanto mayor es el núcleo de producción (cuanto más grande es la granja), mayor es el riesgo sanitario. ¿Esto quiere decir que tenemos que ir a modelos productivos más pequeños y, por tanto, menos eficaces? Seguro que la respuesta es «no», pero creo que merece la pena reflexionar en el qué y en el cómo. Algo tendremos que cambiar.
Y aquí lo dejo. Espero que de forma «más o menos equivocada», haya podido provocar en los lectores al menos el ánimo de la discusión y de la búsqueda de alternativas de futuro.
Seamos optimistas e intentemos entre todos que sea mejor.
F. Javier González González
Veterinario STC Nanta
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