Crece el consumo de huevos pero no hay suelo para más gallinas en Canarias
La falta de terreno y la «excesiva» burocracia reducen el número de granjas en las Islas a pesar de ser una de las regiones donde más se compra este producto

El huevo es uno de los alimentos clave de la dieta canaria, pero el escaso suelo y los «estrictos» requisitos para poner en marcha las granjas de gallinas impiden el autoabastecimiento. Y mientras, la demanda sigue creciendo. Cada vez se come más huevos, en 2019 el consumo per cápita de la región fue de 121 y en la actualidad esa cifra alcanza los 140 por persona. El dato es uno de los más altos de España e incluso está por encima de la media nacional, que llega a los 137 huevos.
El alimento ha ido ganando fama por sus beneficios nutricionales y su enorme versatilidad. Pero la evolución de los números también se explica por la llegada de más turistas a las Islas. Este incremento conduce a una reducción del porcentaje de autoabastecimiento, que ha pasado en la última década de un 70% a un 62%. «Hay más consumo, pero no más producción. No crece el número de explotaciones, ni el censo de gallinas», explica el presidente de la Asociación de Avicultores de Canarias (Asavican) y mayor productor de huevos del Archipiélago, Fulgencio González.
La preocupación en el sector existe no solo porque no crece el número de granjas, sino porque los datos del Instituto Canario de Estadística (Istac) reflejan que la tendencia es hacia la destrucción y que la actividad retrocede. En 2009 el número de explotaciones agrícolas llegaba a 1.292 y en 2023 –último año del que se tienen registros– se había reducido hasta las 360 explotaciones. «Hay muchas granjas pequeñas, con unas 200 gallinas, pero grandes debe haber un centenar», explica González, quien afirman que en Archipiélago hay 1,4 millones aves de este tipo.
El representante de los avicultores canarios lamenta que en los últimos nueve años el sector haya sufrido una situación de «estancamiento» a pesar de que cada vez se consume más el producto. No crece el censo y tampoco el número de agricultores que se lanzan a invertir en un gran proyecto. «Desde 2010 habrá registradas tres nuevas explotaciones, no más», asegura.

La lista de problemas es larga. «El primero es el suelo y también la cantidad de condicionantes que nos ponen para poner en marcha una explotación nueva», se queja González, quien asegura que la burocracia es una «carrera de obstáculos continua» que frena el crecimiento del sector. El productor explica que conseguir los permisos por parte de las administraciones es «complicadísimo» e insiste en que las características medioambientales que hay que cumplir cuando se superan las 40.000 gallinas son «difíciles de conseguir».
El sector quiere crecer, pero muchos productores deciden no hacerlo por las dificultades que se encuentran en el proceso. «La mayoría quiere avanzar, pero hacer obras y naves nuevas es cada vez más complicado», reconoce González, que cuenta con seis explotaciones en Gran Canaria.
La gestión de los residuos y los límites de edificabilidad, son otras dos cuestiones que suponen añadir piedras en el camino. «Hay mucha tecnología que podríamos utilizar para gestionar los residuos, pero conseguir un permiso para una planta de este tipo es complicadísimo, no hay suelo», apunta González. Además, la gestión individual de estos desechos supone un gasto adicional para los avicultores.
Bienestar animal
El sector está volcado con el cumplimiento de la normativa de bienestar animal. «Lo de las cuatro gallinas en una jaula pequeña desapareció hace 25 años, ahora en el sistema de jaulas enriquecidas los animales están en una especie de habitaciones de tres metros por cuatro», explica el productor. Los huevos que obtiene González de su granja Las Rosas (Agüimes) –perteneciente al Grupo Huevos Guillén– son de gallinas camperas, la variedad que más demanda la sociedad actualmente. Los animales pernoctan en espacios amplios y tienen total libertad para moverse por una parcela al aire libre. «Este tipo de granja incrementa mucho los costes porque cada gallina necesita, por lo menos, cuatro metros cuadrados de terreno», explica González, quien reconoce que para todo el sector cumplir con esta condición en un terreno limitado como Canarias se hace «imposible». Este tipo de cría no es obligatorio pero, según el productor, «si lo fuera, el huevo se pondría en 20 euros».
Para la recría, el sector necesita importar pollitos desde la Península. La raza canaria de gallina es muy residual. «Aquí suele haber dos o tres tipos de estirpe, la canaria solo la tienen las fincas de pequeño tamaño y son muy pocas», confirma González. Las condiciones para traer a los animales también se han complicado, lo que supone un problema añadido para los productores. Según explica el presidente de Asavican, antes los pollitos –de un día de vida– llegaban a las Islas en lotes de 10.000 en vuelos regulares de compañías como Iberia o Air Europa, lo que permitía a los avicultores hacer los pedidos según la necesidad.
Ahora las compras de los productores se unifican y llegan en grupos de 70.000 en vuelos chárter, lo que obliga a hacer todos los encargos a la vez. Las aerolíneas comerciales se niegan a transportar animales vivos.
Esta circunstancia provoca una concentración de la producción. En la granja Las Rosas hay cinco lotes de gallinas distintas –cada grupo con la misma edad– para no quedarse sin huevos, en total son 30.000. Las gallinas empiezan a poner a las 20 semanas y tienen una vida de entre 75 y 90 semanas. «Cuando pasan una edad, la producción baja», aclara González. Al realizar toda la importación a la vez coinciden los tiempos y los mataderos se saturan. «Cuando vamos al matadero vamos todos a la vez, cuando salen huevos pequeños, todos tenemos huevos pequeños», explica el presidente.

Y colocar en el mercado huevos talla «s» no es tarea fácil. «Suelen ir para hostelería, pero si todos tenemos la misma talla el mercado no lo absorbe», aclara González, quien anualmente produce 60, 8 millones de huevos.
En el sector tampoco están contentos con el reparto de las ayudas. En concreto con el Programa Comunitario de Apoyo a las Producciones Agrarias de Canarias (Posei). Además de escasas, llegan con retraso. «El sector avícola de puesta se está llevando menos de un 1% de las ayudas del programa», denuncia González, quien reclama un aumento porcentual para los suyos. «No se ajusta a lo que producimos, no somos un sector menor», recuerda.
Incremento de ayudas
El consejero de Agricultura, Ganadería, Pesca y Soberanía Alimentaria del Gobierno de Canarias, Narvay Quintero, visitó el pasado octubre una de las explotaciones de González y le prometió que desde las administraciones canarias «pelearían» para conseguir un incremento de la ayuda del Posei a la producción local de huevos de gallina para la campaña 2025.
El presidente de Asavican se conforma con que «las pocas ayudas» que tienen asignadas lleguen en tiempo y forma. «Somos los últimos que cobramos de todo sector ganadero canario, el 80% de las ayudas nos llega un año y medio más tarde que al resto», se queja.
La normativa europea de bienestar animal, además, obliga a los productores a hacer grandes inversiones para, entre otras cosas, eliminar totalmente las jaulas de las granjas.
La finca de Las Rosas es un ejemplo de modernización. González lleva años realizando inversiones para cumplir con la normativa, pero también para ofrecer el mejor producto posible a sus clientes. Cuenta con maquinaria de última tecnología. Uno de los aparatos realiza hasta 24 fotografías a cada huevo para comprobar la calidad del producto y desechar aquellos que no cumplen con los estándares. «Podemos ver el huevo por dentro y apreciar si hay alguna anomalía», explica el propietario. En esta selección también se conforman lotes que acaban vendiéndose una vez al mes a industrias de huevo líquido en la Península. Llegan a enviar 20.000 docenas mensuales.

Avicultores como González se esfuerzan cada día por renovar sus explotaciones y reclaman a las administraciones una recompensa. «La legislación nos ha impuesto obligaciones y eso lleva un coste», recuerda el productor, quien explica que para «ser competitivos, es necesaria la modernización». En el caso de Las Rosas toda la gestión está digitalizada, lo que facilita el trabajo. Aun así, «hay que dedicarle 24 horas del día». La empresa de González cuenta con casi 60 empleados y siempre hay trabajo. «La gallina campera lleva una forma de cría totalmente distinta a la de la jaula y requiere de más operarios» explica. Una de las tareas es enseñarle a las gallinas recién llegadas dónde deben acostarse a dormir por las noches para que en la época de puesta no ponga los huevos en el suelo o en el exterior.
Fuente:
-. Andrea Saavedra. LA PROVINCIA. Diario de Las Palmas. (2 feb. 2025)

